
En suma, la era de la globalidad se caracteriza por grandes transformaciones sociales que descentran, replantean y resignifican los conceptos de territorio, de cultura, de Estado, de nación y, sobre todo, de identidad. Porque, como advierte García Canclini,
La identidad es importante porque todos necesitamos tener signos de arraigo, de diferencia, de consistencia de lo que somos. Las identidades no van a desaparecer. Lo que está desvaneciéndose es la posibilidad de construir políticas o acciones reivindicativas eficaces a partir del esencialismo, de absolutizar la identidad en oposición tajante a todo lo diferente. Las identidades son espacios de afirmación desde los cuales negociar con los poderosos de las otras identidades o del mercado [y por lo tanto, redefinen la naturaleza de sus nuevas relaciones y de su existencia en el sistema mundial].8
En América Latina, por ejemplo, las identidades culturales y sus nuevas formas de hacer y de pensar están definiendo, hoy día, los derroteros de la nueva geocultura de las sociedades y las naciones latinoamericanas. En rigor, se vive en un mundo en el que corre parejo la resurrección de las identidades locales; aquello que había estado históricamente de alguna forma por debajo y subordinado, ahora irrumpe y busca reconocimiento y justicia. «Hoy observamos que son las culturas las que en la actualidad están en pie de guerra, de marcha, de afirmación y explosión. Y lo que demandan los individuos que las impulsan es la libertad para decidir sus propios destinos y libertad para elegir su identidad y sus formas de participación.»9
En este sentido, la cultura y las identidades culturales han dejado de ser el reflejo de los dictados hegemónicos de la economía. Incluso pasan a ordenar sus contenidos y orientaciones sociales, como lo prueban los nuevos movimientos sociales indígenas que llevaron al poder al actual presidente (indígena aymará) de Bolivia, Evo Morales. Las luchas políticas en América Latina, y en el mundo cada vez más, serán de disputa por el modelo cultural de la sociedad, es decir, por modelos y sentidos de vida colectivos donde la diversidad cultural y el respeto y reconocimiento a sus formas, valores y modos de las culturas nacionales sean integradas al desarrollo y no excluidas.
Así, en América Latina, la reconfiguración de las identidades y culturas tradicionales (campesinas, indígenas, negras) que resisten y construyen alternativas a la dominación de la globalización cultural, han impedido el trasplante puramente mecánico de otras culturas, no sólo por la alteridad que ellas constituyen sino por su capacidad de aportar elementos de distanciamiento y crítica de la pretendida universalidad deshistorizada del progreso y de la homogenización que impone la modernización del modelo cultural global occidental.
De ahí entonces, la importancia y la necesidad ineludible y primaria de entrar al análisis, tanto desde la visión histórica como desde la perspectiva actual, del pensamiento filosófico y político latinoamericano sobre los temas de la identidad y la cultura de América Latina para comprender, de manera significativa, la ubicación y el papel de la identidad latinoamericana en el sistema mundial.
Con información de scielo
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