Literatura
La literatura costarricense, aunque joven, ha producido algunos escritores de proyección internacional, cuyos trabajos han sido traducidos a varios idiomas. Entre los géneros literarios, predominan la poesía, el cuento y el ensayo. Las primeras creaciones literarias florecieron hacia finales del siglo XIX, con predominio del costumbrismo con Manuel González Zeledón (La propia, 1895) y Aquileo Echeverría (Concherías, 1905).
A principios del siglo XX se introduce el modernismo con poetas como Roberto Brenes (En el silencio, 1905; El canto de las horas, 1911), Lisímaco Chavarría (Orquídeas, 1904) y Rafael Ángel Troyo (Poemas del alma, 1906). Entre 1900 y 1920 aparece el realismo, con tendencias más modernistas y menos idílicas que se contraponían al estilo de vida campesino tradicional. Destacan El Moto (1900) de Joaquín García Monge, El árbol enfermo (1918) de Carlos Gagini y Cuentos de mi tía Panchita (1920),
de Carmen Lyra.
La fundación de la revista Repertorio Americano por Joaquín García Monge estimuló la literatura vanguardista. La década de 1940 es una época cumbre de la literatura costarricense, con autores cuyas obras hoy se consideran clásicos. Muchos de los autores de este época fueron activistas de los movimientos socialistas, comunistas y reformistas de este periodo de la historia costarricense: Carmen Lyra (Bananos y hombres, 1933), Carlos Luis Fallas (Mamita Yunai, 1941); Joaquín Gutiérrez (Cocorí, 1947); Fabián Dobles, (Historias de Tata Mundo; 1946); Isaac Felipe Azofeifa (Vigilia en pie de muerte, 1962), Julián Marchena (Alas en fuga, 1941); Yolanda Oreamuno (La ruta de su evasión, 1949); y Carlos Salazar (Cuentos de angustias y paisajes, 1947).
En los años 1960 aparecen poetas importantes como Jorge Debravo (Nosotros los hombres, 1966), Laureano Albán, Alfonso Chase y Julieta Dobles (Costa Rica poema a poema), cuyas obras no solo critican la realidad social sino que se esperanzan en la posibilidad del cambio. En la prosa, destacan Alberto Cañas (Los molinos de Dios), Carmen Naranjo (Más allá del Parismina) y José León Sánchez (La isla de los hombres solos).
La crisis económica de los años 1970 y 1980 impulsó del desarrollo de una literatura más dedicada a explorar la identidad nacional, con temática de crítica y denuncia social, desde un punto de vista de desencanto con el desgaste del modelo de desarrollo del Estado costarricense, con autores como Rafael Ángel Herra Rodríguez (La guerra prodigiosa, 1986), Fernando Contreras Castro (Única mirando al mar, 1983), Fernando Durán Ayanegui (Las estirpes de Montanchez, 1992), Tatiana Lobo Wiehoff (Asalto al Paraíso, 1992), y Ana Cristina Rossi Lara (La loca de Gandoca). El siglo XXI introduce temáticas como la exploración de temas complejos de la sociedad actual (drogas, aborto, suicidio, pedofilia, explotación sexual), la literatura de ciencia ficción, fantasía épica, novela negra y terror.
Folclor
Costa Rica es una tierra rica en elementos culturales y folclor, con múltiples influencias culturales, mayormente de los indígenas, europeos, y después de las poblaciones negras provenientes de África y Jamaica. La tradición folclórica costarricense incluye diversas manifestaciones culturales que incluyen la música, la danza, las leyendas y tradiciones, las bombas y retahílas, los instrumentos coloniales y las canciones tradicionales, que generalmente son utilizadas durante las festividades populares y patronales, y que varían de acuerdo a cada región y pueblo del país.
Con información de Wikipedia
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